No llores madre afligida
de ver a tu hijo en la muerte,
pa’ tan misteriosa suerte,
lo echaste a la luz del día.
Lo echaste a la luz del día.

Sin maldecir la agonía
el pobre se desangró;
en un rosal se clavó,
un rosal lleno de espinas.

Ay, ay, ay,
no llores madre afligida,
después de la noche oscura
despunta la amanecida.

El día ya despuntó,
para qué tanto llorar,
hasta floreció el rosal
por el clavel que murió.
Despierte misiá María,
que aquí le vengo a cantar:
si espinas tiene el rosal,
también tiene rosas finas.

Qué linda la madrugada,
cuando el clavel rebrota’o,
las rosas que lo han guarda’o
son blancas y colorás.
Para toda la compaña
ramito de siempre vivas
y pa’ la madre querida
el clavel de la mañana.